Unidad III Lección 3
La inflamación es una respuesta de nuestro organismo ante un daño: un tobillo torcido, una quemadura, una infección… Los síntomas que asociamos a la inflamación, como enrojecimiento o hinchazón, representan el comienzo del proceso de reparación. Sin inflamación no hay curación.
La inflamación, por tanto, no es mala. Es una estrategia del sistema inmune para atacar al agente patógeno o cuando se presenta una lesión, y movilizar los compuestos necesarios para la reconstrucción. En condiciones normales la amenaza se elimina, la reparación finaliza, y unos días después de la inflamación se activan procesos antiinflamatorios para minimizar el daño.
Es necesario resaltar el hecho de que el organismo tiene una misma reacción cuando detecta un posible daño, ya sea causado por gérmenes patógenos, radicales libres, radiación, o incluso trastornos psicológicos. El organismo siempre activará al sistema inmune provocando un proceso inflamatorio.
El problema viene cuando este proceso, por diferentes motivos, se mantiene constantemente activo. No se presenta hinchazón ni enrojecimiento aparente, pero el sistema inmune se mantiene alerta. El resultado es una inflamación permanente de bajo grado, crónica, silenciosa, y muy peligrosa. Es como tener una herida que nunca cura. La constante activación del sistema inmune, el estado de inflamación persistente acaba por alterar los tejidos y al organismo en su totalidad generando distintos trastornos que veremos en esta sección.
Inflamación y enfermedad
Las enfermedades crónicas modernas son muy diversas, pero comparten factores causantes. De ellos, la inflamación crónica de bajo grado es el más relevante, al elevar el riesgo de enfermedad cardiovascular, cáncer, diabetes, trastornos autoinmunes, depresión y enfermedades neurodegenerativas. De hecho, se asocia con mayor riesgo de mortalidad por cualquier causa. La inflamación es un mejor predictor de longevidad que la longitud de los telómeros. Esta inflamación de bajo grado contribuye a tantas enfermedades porque afecta a todo el cuerpo:
Causas de la inflamación de grado bajo
Multitud de factores contribuyen a esta inflamación crónica de bajo grado. Revisemos los principales.
Obesidad
Cuando nuestras células grasas, llamadas adipocitos, se llenan al límite, se vuelven disfuncionales, y alertan de su estado liberando citoquinas proinflamatorias. Algunas personas tienen más facilidad que otras para producir nuevos adipocitos, y en estos casos la elevación de la inflamación es menor. Al crear nuevos adipocitos se distribuye la grasa entre más células y el estrés que soporta cada una es menor. Las personas que desarrollan nuevos adipocitos sufren menos inflamación al engordar.
Como aspecto negativo, los adipocitos creados al engordar difícilmente se destruirán, facilitando ganancias de peso futuras. Por otro lado, algunos tipos de grasa tienen limitaciones a la hora de hipertrofiar, es decir, de expandir su capacidad de reserva.
Por ejemplo, la grasa visceral es especialmente peligrosa porque en ella se produce menos hiperplasia y más hipertrofia, y por tanto más inflamación. Esta inflamación del tejido graso contribuye de manera directa al riesgo de resistencia a la insulina y diabetes.
Sedentarismo
La falta de actividad física facilita la obesidad, pero se asocia con mayor inflamación independientemente del peso. Es decir, el ejercicio reduce la inflamación por múltiples vías, y no solo porque ayuda a quemar grasa.
En realidad, la relación entre el ejercicio y la inflamación es compleja. Por un lado, el ejercicio supone un estrés y produce cierto daño, activando nuestra respuesta inflamatoria. Como vimos, esta inflamación puntual no solo no es mala sino que es necesaria para reparar y fortalecer nuestro cuerpo. De hecho, abusar de antiinflamatorios, como ibuprofeno, podría inhibir el efecto del entrenamiento.
Por otro lado, el ejercicio repetido tiene un potente efecto anti-inflamatorio. El músculo es un órgano endocrino, que al estimularlo produce mioquinas que contrarrestan la inflamación. Algunas interleuquinas (IL) producidas en el músculo estimulan además la oxidación de grasa general (como IL-6), mientras que otras atacan principalmente la grasa visceral (como la IL-15). Los músculos producen además BDNF, un fertilizante neuronal que mitiga la depresión y reduce el riesgo de enfermedades neurodegenerativas.
Las personas con obesidad tienen niveles de inflamación muy superiores a los deportistas.
Algunos investigadores estiman que un tercio de los beneficios del ejercicio provienen de su capacidad de mitigar esta inflamación crónica.(1)
Microbiota desequilibrada
Como sabemos, distintos factores de la vida moderna desequilibran nuestra microbiota y hacen que la mucosa intestinal se vuelva permeable. Esto facilita el cruce de moléculas desconocidas para nuestro sistema inmune, haciendo que este eleve la inflamación como estrategia de protección. Cuando la mucosa intestinal pierde integridad, compuestos como endotoxinas de las bacterias (lipopolisacáridos) pueden llegar al torrente sanguíneo y elevar la inflamación.
La disbiosis o desequilibrio de la microbiota pone también en alerta al sistema inmune, elevando el riesgo de inflamación y cáncer.
Alimentos dañinos
Una mala dieta eleva la inflamación de múltiples maneras.
Para empezar, perjudica la microbiota, quizá la vía más directa que relaciona la dieta con la inflamación. Por ejemplo, una ingesta baja de fibra limita la producción de butirato en el colon, un ácido particular que reduce la inflamación.
Al freír, especialmente con aceites vegetales poliinsaturados (como girasol, maíz o soja), se producen compuestos que elevan la inflamación. El resultado será especialmente malo al reutilizar estos aceites degradados, y el uso continuado de aceites recalentados se asocia con mayores niveles de inflamación vascular. Por el contrario, las dietas basadas en alimentos frescos se asocian con bajos niveles de inflamación.(2)
Aunque lo importante es llevar una buena dieta global, algunos alimentos han sido especialmente estudiados por su potencial antiinflamatorio:
Desequilibrio de Ciclos Circadianos
Al igual que la mayoría de procesos de nuestro cuerpo, la función del sistema inmune se rige también por ritmos circadianos, y la desregulación de estos ritmos afecta su función y eleva la inflamación. Además, estos procesos se retroalimentan. La inflamación dificulta el sueño y la falta de sueño eleva la inflamación. Y como también vimos afecta a todos los tejidos y células del organismo a favorecer el estrés oxidativo. (3)
Estrés
Ante una amenaza, nuestro cuerpo activa el llamado sistema nervioso simpático, responsable de nuestra respuesta de lucha o huida. Se eleva la frecuencia cardiaca y la presión sanguínea. Se tensan los músculos y se dilatan las pupilas. En anticipación de una posible herida, se segregan también citoquinas pro-inflamatorias. Aunque esta respuesta es poco efectiva ante la mayoría de estresores modernos, es la única que tenemos. Nuestro cerebro sigue creyendo que vivimos en un mundo incierto. Esta respuesta aguda, aplicada de manera intermitente, nos beneficia, de ahí la importancia de introducir estímulos ancestrales como ejercicio intenso, frío o calor.
Sin embargo, un estrés constante, causado generalmente por factores psicoemocionales, eleva el riesgo de múltiples enfermedades, y la inflamación de bajo grado es una de las vías principales. El sistema nervioso simpático facilita la inflamación, mientras que el parasimpático la inhibe. El equilibrio entre ambos es clave para regular el sistema inmune.
Compuestos como los adaptógenos(4) pueden ayudar a combatir el estrés, además de tener, algunos de ellos, un efecto antiinflamatorio directo.
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Envejecimiento
Con el tiempo, las células se dañan y son reemplazadas por otras. En este proceso de regeneración, algunas sufren mutaciones peligrosas y el sistema inmune las paraliza antes de que puedan convertirse en malignas. Muchas de estas células dañadas se eliminan, pero otras permanecen en un estado zombie, ni muertas ni realmente vivas. Estas células, denominadas senescentes, liberan sustancias que elevan la inflamación. Por este motivo, la inflamación tiende a elevarse con la edad, y con ella todas las enfermedades asociadas. Este es el concepto de inflammaging, por suerte, no es un proceso inevitable, y su evolución depende más de nuestros hábitos que de nuestros años.
Cómo detectar la inflamación silenciosa
Como su nombre lo indica, esta condición puede estar presente sin manifestar ningún síntoma por lo que es difícil de detectar. La alopatía tampoco cuenta actualmente con algún marcador específico que la pueda medir. Por lo tanto, el terapeuta deberá inferir su posible presencia en base a la información que recibe del paciente. Si la persona es obesa y/o sedentaria es más probable que pueda padecer este trastorno.
También el tabaquismo, alcoholismo o el abuso de cualquier otro tipo de droga puede favorecer esta condición. Las personas que padecen enfermedades crónico-degenerativas o complejas como diabetes, cáncer, alergias, sistema inmune deficiente, lupus, Alzheimer seguramente que ya han padecido la inflamación silenciosa por largo tiempo. Mientras que las personas que presentan procesos inflamatorios localizados en algún órgano o tejido como artritis, prostatitis, esofagitis, también son candidatos de haber padecido inflamación sistémica silenciosa por tiempo considerable. Como ya sabemos, en estos casos se deberán de encontrar los patógenos específicos que afectan al órgano, o los órganos afectados.
La bioenergética también nos puede servir para indagar sobre este aspecto, ya sea usando el péndulo y una gráfica de gradiente, o formulando preguntas que puedan responderse en forma de sí o no como:
Ya que no existe una escala cuantitativa para medir la inflamación sistémica crónica, de momento la clasificación en nula, leve, moderada y grave son los más convenientes.
Otra pregunta pudiera ser:
¿La inflamación se presenta desde hace (mencionar meses, años o una fecha específica)?
Para encontrar las causas se puede preguntar:
¿Los factores que causan la inflamación son...
Por lo regular encontraremos que son varios los factores causantes.
Como conclusión, la inflamación silenciosa depende más de los hábitos de vida que ya mencionamos como son la alimentación sana, el ejercicio, la higiene, para evitar infecciones, respetar las horas de sueño; sin olvidar el equilibrio emocional y la adopción de hábitos antiestrés. Las medicinas poco pueden hacer para evitarla o controlarla, cuando mucho podrán ayudar a paliar sus efectos negativos.
El biomagnetismo puede ayudar en diversos frentes, ya sea aplicando pares de equilibrio energético como el par nuca - sacro o los pares del Dr. Bansal. palma – palma o planta-planta. De igual forma, se pueden aplicar pares para procurar equilibrar otros sistemas como el endocrino, el inmunológico, el metabolismo de las grasas. Es decir que se pueden aplicar los pares según las necesidades y desequilibrios que se detecten en cada paciente. De esta forma el biomagnetismo resulta una ayuda invaluable en los casos de inflamación silenciosa (los cuales son mucho más comunes de lo esperado). Sin embargo, y es muy importante aclarar, no se puede lograr un equilibrio duradero si la persona no lleva a cabo el cambio de hábitos de vida que ya hemos mencionado.
Ver video Inflamación silenciosa
Fuentes digitales:
4. Los adaptógenos son sustancias que se encuentran en plantas como cúrcuma, saúco, romero, manzanilla, ginseng siberiano, jengibre, escaramujo, espino blanco, la ortiga y que ayudan a aliviar el estrés. Se pueden conseguir en forma natural o en estractos comercializados en diversas marcas de productos.
Preguntas o comentarios: info.gfu.lineasolar@gmail.com