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Lección 3
Los cinco principios

Quien practica Reiki , no solo está aplicando una poderosa técnica de sanación, sino que con su práctica y toda la energía que canaliza va transformando su vida y su propio ser con cada sesión. De forma que el Reiki , más que una técnica de manejo de energía en realidad es un camino espiritual, que el practicante va reconociendo conforme avanza y se abre a la energía divina. Como todo camino espiritual, su práctica requiere de algunas reglas de vida, que más que mandamientos o prohibiciones son principios sencillos y muy sensatos para lograr una vida equilibrada. El Reiki tan solo nos habla de cinco principios:

  1. Sólo por hoy no estés preocupado.
  2. Sólo por hoy no te enfades.
  3. Agradece los dones de tu vida.
  4. Realiza tu trabajo honestamente.
  5. Se amable con los demás y respeta, especialmente a padres, maestros y ancianos.

Solo por hoy no estés preocupado. El miedo es la raíz muchas otras emociones, entre ellas la preocupación y la ansiedad. Cuando no confías en la abundancia de la vida entonces vives preocupado por el futuro y tratando de acumular riquezas o poder, pensando que ello te dará la seguridad que careces. Recordemos el pasaje de la Biblia “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6:26).

La sensación de dominio y seguridad no son más que espejismos del ego y de la mente. Por más dinero o poder que uno tenga eso no lo va a salvar de la enfermedad, la desgracia o la muerte, todo nos viene de lo alto: “¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” (Mateo 6:27)
Una vez que uno entrega su vida a la divinidad uno puede soltar el futuro y vivir día a día, por eso la frase comienza “sólo por hoy…”
Las preocupaciones nos llevan a un estado de estrés que se manifiesta de muchas formas como insomnio, indigestión, irritabilidad y muchos otros males. A la larga el cuerpo se debilita y puede ser presa de cualquier enfermedad. Por eso la importancia de vencer el miedo y la preocupación aprendiendo a vivir en forma sencilla, en un estado de contento “sólo por hoy”.

Sólo por hoy… no te enfades. Te enfadas cuando esperas algo de los demás, o cuando esperas algo especial de la vida. Si la otra persona no se comporta como yo deseo o no es de la forma que yo quiero, entonces me enojo con ella; ya sea que se trate del hijo, la pareja, el jefe, el empleado, la vecina, etcétera. Cuando dejo de esperar algo de los demás entonces es imposible que me enoje, es imposible que los otros “me hagan enojar”. Si pienso que los otros “me hacen enojar” entonces le estoy dando el poder a los demás de controlar mis emociones: Es como si ellos se metieran dentro de mi cuerpo y mi psique para mover unos hilos por dentro y “hacerme enojar”. ¿Acaso soy un títere?
De igual forma, si vivo esperando algo especial de la vida como ser rico, famoso, éxito en los negocios, entonces me siento frustrado y busco a quien echarle la culpa si las cosas no resultan exactamente como yo lo esperaba. Nuevamente me enojo con los demás por pensar que son ellos quienes entorpecen mi camino. O incluso me enojo con Dios por no haberme dado tales cualidades o le echo la culpa por mi condición de vida. Al final de cuentas la responsabilidad de mi vida está en mí mismo y sólo en mí.
Entonces el enojo solo viene de la frustración de no haber alcanzado mis metas. O de la envidia de ver lo que tiene el vecino en lugar de apreciar lo que sí tengo. Recordemos la frase de otro gran Maestro el Dr. José Manuel Estrada Vázquez, quien decía: “estar triste o enojado es ofender a la divinidad”. Esto va de la mano con el siguiente precepto:

Agradece los dones de tu vida Si estás estudiando este curso es porque ya eres una persona muy afortunada. Piensa que en el mundo una tercera parte de la población no tiene suficientes recursos para llevar el pan a su mesa.
Piensa en todos los enfermos para quienes un solo día con salud sería un maravilloso regalo; o en quienes viven en la soledad y la desgracia: los indigentes, los abandonados. Si tú tienes un pan que llevar a la mesa, una familia con quien compartir o estás en buen estado de salud, ya eres una persona afortunada. Entonces date cuenta que la salud, tener un trabajo y un sustento, las relaciones son grandes regalos que te da la vida. Cada día que te despiertas es un milagro, es un regalo de Dios. Si te despiertas y estás lleno de salud y vitalidad entonces ya tienes mucho que agradecer a la vida, a la divinidad o como tú le quieras llamar, no importa en nombre que le des. A esto súmale todo lo demás que tengas: un trabajo, una casa, una pareja, hijos, comodidades, oportunidad de estudiar, de cultivarte, etcétera, agradece cada uno de los dones que llenan tu vida. Agradecer y ser consciente de que todos los dones que recibes día con día es el comienzo del camino espiritual.

Realiza tu trabajo honestamente Si realmente te has dado cuenta que tu vida es un maravilloso regalo y que en realidad le quedas debiendo a la vida entonces te preguntarás ¿qué puedo hacer para pagarle a la vida? ¿cómo puedo retribuir todos los dones que estoy recibiendo? Entonces tendrás el profundo deseo de servir a los demás, a los menos afortunados; de servir a la vida. Entonces tu trabajo ya no lo harás para recibir dinero y pagar tus cuentas o por reconocimiento, sino que lo harás por el profundo deseo de servir a los demás, de crear un mundo mejor y más justo; de que todos puedan recibir y disfrutar lo que tu ya estás recibiendo.

El camino espiritual no consiste en pasar horas meditando o de asistir a seminarios con grandes eruditos, o retiros con drogas alucinógenas. El verdadero camino espiritual nace del agradecimiento a la divinidad y en querer compartir, de alguna manera, todos los dones recibidos.
Quien trabaja tan solo por dinero no ofrece un buen producto o servicio. Peor aún, si vive estafando o engañando a los demás, finalmente lo que dé será lo mismo que la vida le dé de vuelta, por ley de causa y efecto.
Por otra parte, quien trabaja sin esperar nada a cambio ya ha recibido su recompensa, no siente que la vida le deba nada; al contrario, siente que él le debe a la vida. Y si algo más le llega por su trabajo desinteresado será por simple ley de compensación.

Se amable con los demás y respeta, especialmente a padres, maestros y ancianos Comenzaremos a exponer este principio con una historia.

Miguel era un alumno de primaria que siempre llegaba a la escuela con algunos minutos de retraso. Alfredo era un maestro muy exigente quien no toleraba la indisciplina. Cuando entraba Miguel ya lo esperaba con la regla en mano. Entonces Miguel bajaba la cabeza para esconder las lágrimas que corrían por su rostro cuando el maestro aplicaba el castigo: un reglazo en la punta de los dedos. Cavisbajo Miguel caminaba a tomar su lugar, sacaba su cuaderno para ponerse al corriente con la lección. La escena se repetía una y otra vez, cada vez con más frecuencia, ya que al parecer Miguel no entendía la importancia de tener una disciplina y de llegar a tiempo a clase.
Hasta que un día el maestro Alfredo tuvo un contratiempo y se le hizo tarde para llegar a la escuela. ¿Cómo era posible que él siendo tan organizado y disciplinado pudiera llegar tarde a clase? ¿Qué ejemplo les iba a dejar a sus alumnos? Así que corrió calle abajo tratando de recuperar los valiosos minutos perdidos. En el camino se detuvo ya que vio a Miguelito empujando con gran esfuerzo una silla de ruedas. Se detuvo en la puerta del asilo para dejar a su abuela con el personal con la enfermerar del asilo. Una vez que la dejó con un beso en la mejilla se acomodó su mochila para correr presuroso hacia la escuela.
Alfredo llegó apurado ya que los alumnos lo esperaban sentados en sus pupitres. Recién había acomodado sus libros cuando vio a entrar a Miguelito quien sin decir palabra se acercó y puso sus manos para que el maestro aplicara el castigo. Sin embargo, Alfredo al saber que Miguelito llegaba tarde por llevar a su abuela al asilo no pudo golpear más las manos del niño y en su lugar las apretó entre las suyas y les dio un beso. Con lágrimas en los ojos le pidió perdón al pequeño y le pidió que tomara su lugar. No volvieron a haber más castigos y Alfredo se volvió más flexible y humano.

Moraleja: Todos están luchando una batalla, ya sea interna o externa, o ambas. Se amable y respeta a todos. Una sonrisa, una frase, un gesto, un detalle pueden hacerle el día a alguien, o incluso cambiarle la vida.
Por último, el respeto a los padres, maestros y ancianos es algo que se ha perdido en la sociedad occidental. Hay una gran sabiduría en respetar a los que llevan más camino recorrido, quienes nos han servido o incluso nos han dado la vida. El respeto no implica obediencia ciega, ni tampoco quiere decir sumisión y que se vuelvan figuras autoritarias. Tanto el padre como el hijo merecen respeto, lo mismo que el maestro o el alumno, así como el joven o el anciano. Sin embargo, la sociedad acabará siendo un caos si a los hijos no se les enseña a respetar a los padres, o si se piensa que los maestros son simples sirvientes de los niños. Los ancianos también merecen todo nuestro respeto por su experiencia y por el servicio que han brindado a la sociaedad. En lugar de ser motivo de burla o pensar que son carga para la comunidad, se les debe prodigar los mayores cuidados y atención.
Para que la sociedad retome el camino correcto es necesario reconocer la importancia de estos preceptos básicos

 

Tarea:

Escribe los cinco principio en una hoja y cartulina. Cada vez que te levantes por la mañana leelos y reflexiona unos minutos sobre ellos.
Este ejercicio se debe de convertir en un hábito de vida para tí. Después de al menos dos semanas continuas de leerlos y tratar de aplicarlos en tu vida diaria escribe un ensayo sobre lo que haz descubierto: ¿te han ayudado de alguna manera en tu diario vivir? ¿alguno de ellos encuentras de más valor? ¿cuál te ha costado más trabajo practicar? Puedes hacerte éstas o algunas otras preguntas. Para obtener la primer iniciación se te pedirá que envíes tu escrito al correo electrónico del maestro.

Lección 4

 


 

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