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Manejo del estrés:

Fisiología del estrés

El sistema nervioso autónomo es el que se encarga de controlar y coordinar todos nuestros órganos y sistemas; regulando, por ejemplo: la presión arterial, la temperatura del cuerpo, el sistema digestivo, el ritmo cardiaco, etcétera. Todas estas funciones son controladas desde el sistema límbico a través de una serie de nervios que llamamos simpático y parasimpático.

El Sistema simpático entra en funcionamiento cuando nuestro cerebro percibe una situación de alerta. A la par el cerebro estimula la producción de algunos neurotrasmisores del estrés como es el cortisol, la epinefrina y norepinefrina. Estas últimas son segregadas por las glándulas suprarrenales, situadas sobre los riñones. Estas hormonas forman parte del mecanismo de huída o ataque. Esto genera una serie de efectos en distintos sistemas de nuestro cuerpo como mayor flujo de sangre a nuestros músculos, se dilatan los bronquios y las pupilas, aumenta la sudoración y los intestinos reducen su actividad.
El Sistema parasimpático tiene el efecto contrario o antagónico. Entra en acción cuando estamos relajados, entonces nuestro pulso se hace más lento y la sangre fluye hacia nuestros intestinos para ayudar a los procesos digestivos. Su hormona es la acetilcolina que tiene afectos relajantes sobre diversos órganos incluido intestinos, corazón, bazo, páncreas, riñones, sistema genito-urinario, etcétera. El mal funcionamiento de estos sistemas tiene como consecuencia lo que médicamente se conoce como disautonomía.
Cuando el sistema simpático no funciona la persona se puede sentir sin energía, ni ánimos para llevar a cabo las actividades cotidianas. Este sistema se activa en la madrugada, es cuando entra la hormona cortisol en el torrente sanguineo y nos da el empuje para salir de la cama y comenzar nuestras actividades.

Por otra parte, si el sistema parasimpático no funciona correctamente nos costará trabajo conciliar el sueño por las noches causando insomnio. Muchas veces podrá parecer que hemos dormido muchas horas, sin embargo, al levantarnos nos sentimos cansados. Esto se debe a que no hemos logrado un sueño profundo y reparador. Esta falta de sueño no sólo afecta a nuestro cerebro sino que afecta a cada célula de nuestro cuerpo. Cada una necesita un periodo de reposo para poder recuperar sus funciones, también las células sufren de estrés. Con el tiempo, el estrés va afectando a todo nuestro organismo generando un sinfin de achaques y enfermedades, ya entraremos en detalle en la siguiente lección.

Es preciso entender que ambos sistemas, al ser antagónicos, deben funcionar en perfecto equilibrio para gozar de completa salud. En su conjunto controlan los Ciclos circadianos, que es el reloj biológico que le dice a nuestro cuerpo a qué hora estar más activo y a qué hora dormir y descansar. El estrés, sumado a muchos otros factores como una mala alimentación, malos hábitos de vida, sedentarismo, abuso de drogas son los responsables de que nuestro organismo altere su equlibrio natural. Mientras que disciplinas como el yoga, la meditación pueden ser de gran ayuda. Cuando el estrés es muy agudo se puede recurrir a otros medios para salir de la crisis como pueden ser masajes y/o terapia psicológica.

El balance de nuestros sistemas nos permitirá gozar de excelente salud retrasando el proceso de envejecimiento. Así mismo, también podremos notar una mayor resistencia a los agentes patógenos: virus, bacterias, hongos o parásitos, es decir que dificilmente padeceremos algún tipo de infección. A la larga, un organismo más vital y equilibrado retrasará la aparición de enfermedades metabólicas, crónico-degenerativas o de tipo autoinmune. Así pasaremos de un círculo vicioso a un círculo virtuoso.




 

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