Nuestra piel suma unos dos metros cuadrados de superficie y está cubierta de diversos receptores que nos dan el sentido del tacto. En algunas partes somos más sensibles como las manos, el rostro o ciertas zonas erógenas. El sentido del tacto nos permite percibir las cualidades de los objetos como presión, dureza, suavidad, aspereza, etcétera.
En la capa intermedia de la piel llamada la dermis se encuentran distintos tipos de neuronas receptoras del tacto, cada una especializada en una sensación diferente:
Aún cuando parezca extraño el sentido del gusto solo es capaz de identificar unos cuantos sabores, que además de brindarnos placer nos previenen de ingerir alimentos en descomposición o sustancias dañinas. Los sabores que podemos identificar son el dulce (punta de la lengua), el salado (en los bordes anteriores), ácido (en los bordes posteriores) y amargo en el fondo de la lengua.
Actualmente se han agregado algunos sabores a los cuatro principales como
Las sensaciones táctiles se pueden resumir en tres tipos:
Al ser estimuladas las neuronas envían impulsos nerviosos a través del sistema nervioso periférico hacia el cerebro.
En algunos casos como cuando tocamos con la mano algo muy caliente el impulso nervioso sólo llega a la médula espinal a través de un nervio sensitivo donde se activa un arco reflejo que activa los músculos a través de un nervio motor, de esta forma se puede mover el brazo rápidamente para evitar la quemadura. En el arco reflejo más simple solo un par de neuronas participan, pero puede haber procesos más complejos con la participación de más número de neuronas.
El sentido del tacto también es importante desde el punto de vista emocional ya que nos permite la comunicación de emociones, nos brinda la sensación de seguridad y de recibir amor desde la más temprana infancia.