El olfato es uno de los sentidos más primitivos en la escala evolutiva, la percepción de los olores en realidad es la capacidad de distinguir una gran cantidad de sustancias químicas que estimulan directamente los receptores en las células olfativas dentro de la nariz.
En la parte superior de la cavidad nasal se encuentra el tejido epitelial que contiene pequeñas vellosidades llamadas cilios, en ellos se encuentran las neuronas sensoriales olfativas; estas envían señales a los bulbos olfatorios y de ahí viajan a través de los pares craneales hacia el área olfatoria de la corteza cerebral.
A diferencia de los demás sentidos, el nervio olfatorio no está conectado a la corteza cerebral, sino al sistema límbico, por eso se piensa que los olores tienen la capacidad de evocar memorias en forma muy vívida.
Al identificar un olor, por ejemplo, el café: en realidad nuestro sistema está captando varios de los compuestos químicos de esta bebida y al procesarlos nuestro cerebro los identifica como un solo olor: rico café.
El sentido del olfato está estrechamente ligado al del gusto, muchos de los sabores que identificamos en realidad están formados por una combinación de sabores y olores. Es por eso que cuando disminuye nuestro sentido del olfato, como cuando padecemos congestión nasal, también se reduce la capacidad de identificar sabores. Es cuando alguien dice “la comida me sabe a cartón”.
El sentido del olfato puede verse disminuido por diversos factores como:
Veamos los términos médicos que se usan para nombrar los trastornos del olfato más comunes.